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jueves, 20 de noviembre de 2014

REMEMBRANZAS DE MI AMIGO MANUEL ACOSTA CALDERÓN Y SU HERMOSA FAMILIA. ¡TIEMPOS FELICES! NOS CONOCIMOS EN RADIO "LUZ".

Manuel Acosta Calderón
Dicen que "Recordar es volver a vivir". Volver a vivir el pasado y muy especialmente todo aquello que nos trae felicidad. En este blog de "Remembranzas" hoy evoco cómo inicamos nuestra amistad  con el querido colega Manuel Acosta Calderón, gran locutor y tremendo compositor y cantor. Hacíamos unos programas en la desaparecida radio "Luz" que dirigiera el Padre Jesuita Gonzalo Alcocer y que accedió a darnos dos horas diarias para realizar nuestra "Programación Especial": "Virtuosos del Acordeón",  "Canta Italia", "La Voz y la Melodía" y "Aires y Cantares de España". Cada hora teníamos la visita de Manuel para transmitir el informativo correspondiente. Nos sorprendió su voz y su estilo cadencioso y muy sobrio. Creo que fue "una amistad a primera vista", porque nació de manera espontánea y casi sin notarse.

Anita y sus queridos padres.
Después del programa, exactamente al mediodía, nos íbamos al auditorio a practicar el piano y fue allí que descubrimos el talento de compositor de nuestro amigo. Lo acompañaba y era sorprendente comprobar su versatilidad para componer valses. Se enteró que dictábamos clases de acordeón y fue así que llegamos a "Río Moche" en Pueblo Libre y en donde disfrutaba de un hogar feliz. Conocimos a Anita, su pequeña hija que venía padeciendo de unas fiebres de las que no se sabían la causa. Recuerdo que le sugerí ir al Hospital del Niño e internar a la pequeña para un estudio mejor de su caso. Al día siguiente y muy temprano llegaron a mi hogar, en Lince. Blanca y Manuel. Sus rostros nos anunciaban algo terrible. Tenían el diagnóstico final y nos abrazamos en incontenible llanto al saber que Anita padecía de la fatal Leucemia.

El risueño "Nano".
Creo que fue en aquel momento que comprendimos había nacido en nuestras familias lo que se dice una verdadera amistad. Habíamos alquilado un departamento en la urbanización San Eugenio y nos habíamos dedicado a la enseñanza del acordeón. Así llegaban los Acosta Torrelly a recibir sus clases y fue una manera de que se fueran disipando las penas. Al margen y siempre llenos de amistad, acompañaba a Manuel a su muy nutrida cantidad de eventos sociales. En su Peugeot y con el acordeón a cuestas, perdí la noción de cuantas fueron las fiestas que animamos. Llegamos hasta Chosica a casa de José Segundo, un buen arequipeño que nos atendió como reyes y amenizamos también un último cumpleaños de Anita y vivir luego todo el drama que significó su triste despedida. Esto nunca se ha borrado de nuestra memoria.

"Chabuquita".
Conocimos a toda la familia de Blanca, originales de Yura y muy orgullosa de ello. Sus padres, a los que supe apreciar y nos brindaron su cariño. A Ruth y Jesús. A los pequeños Carlos, "Chabuquita", "Nano" y las todavía muy niñas Marisol y Blanquita. Por supuesto, también a Mafalda. Bueno. A toda la familia y sus amistades. Un hecho curioso fue cuando Manuel nos llevó al cumpleaños de Lucho Orbegozo, profesor del "Ricardo Palma", nuestro colegio secundario y en el que a su lado iniciamos nuestras primeras prácticas de locución frente a un micrófono. Hicimos bailar allí al "teacher Urrunaga" y al profesor de Matemáticas José Cabrera que, a pesar de "tomar" de tú a tú, no permitía que me tomara confianzas con él. Evoco sus clases y cuando "roncaba" con la boca abierta y servía de "tiro al blanco". No fallábamos una sola "miga".

El alumno Carlos.
El tiempo pasó raudo y ambos nos empeñamos en trabajos que ocupaban casi todo nuestro tiempo. Sin embargo, y eso lo sabe mi querido Manuel, lo visitaba de vez en cuando y no dejaba de llamarlo por teléfono. Su trabajo en la FAP, nos desligó algo, pero nos visitaba al Canal 4 y a sabiendas que éramos Presidente de la Asociación de Locutores del Perú. Inscribimos a "Chabuca" y a Manuel. ¡Cómo olvidarlo! Con mis teclados y equipo de sonido animé el matrimonio de Isabel y fue nuestro modesto regalo. Recuerdo que Carlos no me reconoció, pero en cuanto lo supo rió como si hubiera recordado algún motivo ligado a su infancia con nosotros. Fue mi alumno de acordeón al que traté de enseñarle mejor sus secretos. La verdad es que siempre hubo un motivo, pese a nuestros alejamientos, para vernos con el querido Manuel.

El día del Locutor.
Así llegó a nuestro hogar en Santa Isabel para festejar el Día del Locutor y uno de nuestros cumpleaños. También volvimos a Rio Moche y almorzamos atendidos por mi querida amiga Blanca y Nano. Tuve su compañía familiar con mi sobrina Marisol en aquellos momentos de la pérdida de mi adorada esposa y creo que así renacieron nuestros afectos, como aquél que tuve con sus hermanos, inolvidables amigos de Surquillo y hasta conversé con Margarita. Ojalá y se lo pido a Dios, volvamos a tenerlo con nosotros. Es una espera,  a pesar del corto tiempo de su operación, demasiado larga. Ha servido sin embargo para que haya escrito estos recuerdos y que los dedico a mis queridos sobrinos Acosta Torrelly y a nuestra familia. No hay que perder las esperanzas y oremos por MANUEL ACOSTA CALDERÓN. Gracias. 

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