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Manuel Acosta Calderón |
Dicen que "Recordar es volver a vivir". Volver a vivir el pasado y muy especialmente todo aquello que nos trae felicidad. En este blog de "Remembranzas" hoy evoco cómo inicamos nuestra amistad con el querido colega Manuel Acosta Calderón, gran locutor y tremendo compositor y cantor. Hacíamos unos programas en la desaparecida radio "Luz" que dirigiera el Padre Jesuita Gonzalo Alcocer y que accedió a darnos dos horas diarias para realizar nuestra "Programación Especial": "Virtuosos del Acordeón", "Canta Italia", "La Voz y la Melodía" y "Aires y Cantares de España". Cada hora teníamos la visita de Manuel para transmitir el informativo correspondiente. Nos sorprendió su voz y su estilo cadencioso y muy sobrio. Creo que fue "una amistad a primera vista", porque nació de manera espontánea y casi sin notarse.
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Anita y sus queridos padres. |
Después del programa, exactamente al mediodía, nos íbamos al auditorio a practicar el piano y fue allí que descubrimos el talento de compositor de nuestro amigo. Lo acompañaba y era sorprendente comprobar su versatilidad para componer valses. Se enteró que dictábamos clases de acordeón y fue así que llegamos a "Río Moche" en Pueblo Libre y en donde disfrutaba de un hogar feliz. Conocimos a Anita, su pequeña hija que venía padeciendo de unas fiebres de las que no se sabían la causa. Recuerdo que le sugerí ir al Hospital del Niño e internar a la pequeña para un estudio mejor de su caso. Al día siguiente y muy temprano llegaron a mi hogar, en Lince. Blanca y Manuel. Sus rostros nos anunciaban algo terrible. Tenían el diagnóstico final y nos abrazamos en incontenible llanto al saber que Anita padecía de la fatal Leucemia.
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El risueño "Nano". |
Creo que fue en aquel momento que comprendimos había nacido en nuestras familias lo que se dice una verdadera amistad. Habíamos alquilado un departamento en la urbanización San Eugenio y nos habíamos dedicado a la enseñanza del acordeón. Así llegaban los Acosta Torrelly a recibir sus clases y fue una manera de que se fueran disipando las penas. Al margen y siempre llenos de amistad, acompañaba a Manuel a su muy nutrida cantidad de eventos sociales. En su Peugeot y con el acordeón a cuestas, perdí la noción de cuantas fueron las fiestas que animamos. Llegamos hasta Chosica a casa de José Segundo, un buen arequipeño que nos atendió como reyes y amenizamos también un último cumpleaños de Anita y vivir luego todo el drama que significó su triste despedida. Esto nunca se ha borrado de nuestra memoria.
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"Chabuquita". |
Conocimos a toda la familia de Blanca, originales de Yura y muy orgullosa de ello. Sus padres, a los que supe apreciar y nos brindaron su cariño. A Ruth y Jesús. A los pequeños Carlos, "Chabuquita", "Nano" y las todavía muy niñas Marisol y Blanquita. Por supuesto, también a Mafalda. Bueno. A toda la familia y sus amistades. Un hecho curioso fue cuando Manuel nos llevó al cumpleaños de Lucho Orbegozo, p
rofesor del "Ricardo Palma", nuestro colegio secundario y en el que a su lado iniciamos nuestras primeras prácticas de locución frente a un micrófono. Hicimos bailar allí al "teacher Urrunaga" y al profesor de Matemáticas José Cabrera que, a pesar de "tomar" de tú a tú, no permitía que me tomara confianzas con él. Evoco sus clases y cuando "roncaba" con la boca abierta y servía de "tiro al blanco". No fallábamos una sola "miga".
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El alumno Carlos. |
El tiempo pasó raudo y ambos nos empeñamos en trabajos que ocupaban casi todo nuestro tiempo. Sin embargo, y eso lo sabe mi querido Manuel, lo visitaba de vez en cuando y no dejaba de llamarlo por teléfono. Su trabajo en la FAP, nos desligó algo, pero nos visitaba al Canal 4 y a sabiendas que éramos Presidente de la Asociación de Locutores del Perú. Inscribimos a "Chabuca" y a Manuel. ¡Cómo olvidarlo! Con mis teclados y equipo de sonido animé el matrimonio de Isabel y fue nuestro modesto regalo. Recuerdo que Carlos no me reconoció, pero en cuanto lo supo rió como si hubiera recordado algún motivo ligado a su infancia con nosotros. Fue mi alumno de acordeón al que traté de enseñarle mejor sus secretos. La verdad es que siempre hubo un motivo, pese a nuestros alejamientos, para vernos con el querido Manuel.
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El día del Locutor. |
Así llegó a nuestro hogar en Santa Isabel para festejar el Día del Locutor y uno de nuestros cumpleaños. También volvimos a Rio Moche y almorzamos atendidos por mi querida amiga Blanca y Nano. Tuve su compañía familiar con mi sobrina Marisol en aquellos momentos de la pérdida de mi adorada esposa y creo que así renacieron nuestros afectos, como aquél que tuve con sus hermanos, inolvidables amigos de Surquillo y hasta conversé con Margarita. Ojalá y se lo pido a Dios, volvamos a tenerlo con nosotros. Es una espera, a pesar del corto tiempo de su operación, demasiado larga. Ha servido sin embargo para que haya escrito estos recuerdos y que los dedico a mis queridos sobrinos Acosta Torrelly y a nuestra familia. No hay que perder las esperanzas y oremos por MANUEL ACOSTA CALDERÓN. Gracias.