En esta bendita profesión de la música, hemos vistas satisfechas todas nuestras aspiraciones. Cuando hay Fe y propósitos sanos, Dios acude en nuestra ayuda. Nos habíamos integrado al campo profesional y conformado una agrupación a la que habíamos denominado "Los Galenos". Con Manuel Revilla, mi primer baterista y Roberto Uceda. guitarrista acompañante y cantor, estábamos logrando un sitial preferencial en los bailes de la sociedad limeña pero, teniendo que atender sus profesiones particulares, optaron por renunciar. Manuel y Roberto, amigos de la infancia y el colegio, nunca dejaron de visitarme.
Fui conociendo nuevos integrantes y experimentando la poca seriedad de cómo, excelentes músicos, no tenían la responsabilidad del cumplimiento de acuerdos y horarios. Gracias a Dios, hasta esos momentos, jamás nada había alterado esta otra faceta de mi vida. Conocí al joven Oscar Cornejo Purilla y a través de él, nuevos componentes en el marco de percusión y guitarra. Practicaban un repertorio más moderno y fue fácil comprendernos. Había llegado una tercera ocasión de amenizar una Fiesta de Año Nuevo. Se trataba del 31 de Diciembre de 1973 en el Country Club "La Planicie", en los dominios de la Rinconada del Lago.
Eran clientes que gustaban de mi repertorio y decidieron contratarme para esa magna fecha. Con la debida anticipación cumplieron con el adelanto de ley e hice lo mismo con los integrantes de mi agrupación. Sólo había que esperar la fecha y salir airosos como siempre. Llegó el 30 de Diciembre, un día antes y fui en busca de ellos para ponernos de acuerdo. No estaban en sus casas. Sólo me dijeron que habían viajado a provincias a otro baile de Año Nuevo. Lo que se dice, una estafa y toda la mala intención e irresponsabilidad hacia uno. Acudí a mi baterista Oscar Cornejo "Papi" y me habló de "Los Ratones" que no tenían contrato.
Era ya la medianoche y habría que esperar la respuesta de uno de sus integrantes. Les había ofrecido, a fin de salvar mi responsabilidad, todas mis ganancias. Completamente aturdido por este revés, retorné a casa. Se me ocurrió llamar a "Los Galenos" y Manuel tenía un compromiso familiar pero Roberto me tranquilizó y prometió darle solución al problema. Un buen amigo del Callao, cliente de Uceda, alquilaba amplificadores, guitarras y la cosa se compuso. "Papi" y su batería garantizaban el ritmo y contribuía con los "palos blancos", unos aficionados encargados de llenar el escenario, haciendo coro, tocando panderetas, bailando, etc.
Todos uniformados con sus guayaberas rojas empezamos a las 11 de la noche del 31. Nuestro acordeón electrónico sonaba espectacular y todo era cuestión de despedir al Año Viejo, con los temas bailables pegaditos que eran nuestro fuerte. Algo similar al "Toque de Rulli Rendo". Las cuatro horas del contrato quedaron chicas y llegamos a las nueve de amanecida y desayuno. Buen pago y grata remuneración a mis músicos, completaron la gran noche. Fue como una compensación divina al sufrimiento que me causaron los irresponsables músicos que jamás volví a ver. No necesité denunciarlos porque no valían la pena.
Después de ese único incidente ingrato de mi vida artístico-musical, continué muchos años en esta profesión de la alegría y el baile. Hemos atendido a embajadas de diferentes países, especialmente la de Italia en épocas de su embajadora Beatrice Di Roberto. Adquirí mi casa propia y pude educar a mis hijos de la mejor manera posible. Son buenos profesionales y ligados a la música por genética. Esta ha sido una reseña de un hecho ingrato que, gracias al amparo protector de Dios, se volvió inolvidable y nos dejó una experiencia muy gratificante. Volveremos con otros recuerdos y anécdotas de nuestra vida. Gracias.
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